En el muy masificado centro histórico de Praga, donde las tiendas de recuerdos ofrecen muñecas rusas de plástico y nunca se debe cambiar moneda en la calle, el antiguo ghetto judío medieval y sus sinagogas son visita rutinaria. El viejo cementerio, que se levanta varios metros sobre el actual nivel del suelo, es retratado por la vía del palo-selfie dentro de la ruta por el Museo Judío de Praga. Su naturaleza de icono es tan grande que lo ha usado incluso el antisemitismo más salvaje, y los célebres Protocolos de los Sabios de Sión lo situaba como lugar de las reuniones de los conspiradores judíos, razón por la cuál dio lugar al título de una novela de Umberto Eco, El cementerio de Praga (2010), en la que nunca aparece Praga.
Pero no es el único cementerio hebreo de la ciudad, ni siquiera es el primero, ni el más representativo de la persecución sufrida por el pueblo judío. Escondido a la espalda de otro monumento carne de Instagram, en la esquina entre las calles Vladislavova y Purkyňova, un modesto memorial recuerda apenas desde 2015 al primer cementerio judío de Praga, el presunto original, el que revela una presencia de la minoría en la ciudad más vieja de lo que muchas veces se ha querido admitir.
Las placas colocadas hace apenas un lustro recuerdan al viajero o al local que en el área de la actual calle Vladislavova, ocupando un espacio de 48.000 metros cuadrados que seguramente abarcase el actual centro comercial de uno de sus laterales y llegase hasta la céntrica Národni Trida, se encontraba un viejo cementerio judío que dejó de utilizarse en 1245. Alrededor de ese año la población judía praguense fue obligada a trasladarse al ghetto, hoy barrio de Josefov y Centro Histórico. Allí se vieron obligados a construir un nuevo cementerio, el que se visita actualmente, cuya tumba datada en fecha más tardía es de 1439.
Las crónicas recogen que en dicho cementerio fueron enterrados algunos grandes rabinos de la época. El más destacado de todos, como recoge el propio Memorial, Shlomo Yitzjaki, conocido como Rashi, comentarista de la Biblia y el Talmud, lingüista y sabio judío francés del siglo XI. La influencia en el estudio de la Ley de Rashi es tal que incluso existe un tipo de escritura con su nombre, Escritura Rashi, utilizada para destacar sus comentarios y anotaciones en algunas ediciones del Talmud.

En las placas de Vladislavova con Purkyňova no es raro encontrarse restos de comida, basura o incluso a personas durmiendo. Puede tratarse de sin techo, pero también de algún mochilero que se empeña en parecerlo. La advertencia bilingüe de que nos encontramos sobre tierra sagrada no espanta tampoco a los trabajadores de la zona en hacer la parada del bocadillo apoyados en ella. Vladislavova es paralela a las calle Jungmannova y Vodičkova, en plena frontera entre la Ciudad Vieja y la Ciudad Nueva, y están repletas de oficinas y edificios municipales, por lo que el trasiego de curritos convive con el turismo. En el barrio, eso sí, cada vez viven menos checos.
Justo enfrente de las placas se encuentra la conocida Cabeza de Kafka, obra del artista checo David Černý. Su título real es Metalmorphosis, fue inaugurada en 2014, pesa casi 45 toneladas, se compone de 42 placas de metal que giran sobre sí mismas y descomponen el rostro del escritor y supuestamente representa la torturada mente del mismo. Franz Kafka, judío, checo y germanoparlante, pasó varias décadas prohibido en su propio país, que renegó de él no sólo por su judaísmo, también por ser de cultura alemana en una Checoslovaquia que tras la Segunda Guerra Mundial quiso olvidar su pasado multicultural y bilingüe.
Irónicamente, hoy en día el checo que no tuvo grupo identitario que lo reivindicase durante el siglo XX es el más conocido del mundo. Y su cabeza, no por casualidad, se levanta y se retuerce sobre el cementerio judío ocultado por siglos a causa de la intolerancia, la falta de memoria y el urbanismo moderno.
Praga, a pesar de su merecida fama de ciudad multicultural, nudo de comunicaciones y punto de encuentro, tiene también una larga tradición de pisotear su historia judía… literalmente, además. No ha sido hasta el pasado octubre que el gobierno municipal aprobó devolver a la comunidad judía de la ciudad las lápidas del cementerio de Josefov que fueron utilizadas durante la dictadura comunista para asfaltar calles del Centro Histórico. Y es que no solo el barrio aún no era Patrimonio de la Humanidad, además para las autoridades de la república socialista de Checoslovaquia su conservación nunca fue prioridad, hasta el punto de que el tranvía atravesaba el hoy también masificado Puente de Carlos.
Un recordatorio de como la Historia de Europa y su identidad se han construido sobre los huesos de sus propios ciudadanos, pero también de como ha sido capaz de reconocerlo, superarse y convertir a los que antes eran los excluidos en una bandera para caminar hacia el futuro.
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